Lo mejor de ir es volver. Tras expandir su reino por medio mundo y ganar Grammys y premios MTV a pares, Rosalía ha regresado seis meses después a Barcelona, su cuna artística, para coronarse en su debut en el Palau Sant Jordi con un espectáculo magnético y fastuoso.
Ya caída la noche, y con el frío arreciando fuera, la artista catalana ha templado al público con un concierto en el que ha derrochado poderío acompañada en sus andaduras escénicas por seis bailarinas, todas vestidas de rojo, cuatro coristas y un tecladista.
Rosalía, dueña y señora con tan solo 26 años de una precoz y meteórica carrera, ha desplegado este sábado en el Sant Jordi su característica fusión de flamenco, música urbana y ritmos electrónicos ante el delirio de más de 15.000 asistentes que, móviles en alto y voz en grito, han coreado cada una de las canciones.
La primera en sonar, Pienso en tu mirá, inspirada en las bulerías por soleá (como apostilló la misma cantante cuando lanzó el tema), ha levantado pasiones con una vigorosa coreografía que ha dado pauta a la cuidada puesta en escena.
Enfundada en un traje rojo con cinturón negro, la artista de Barcelona se ha despojado de sutilezas melódicas con la minimalista A palé, su último hit, agresivo y puntiagudo para marcar territorio a golpe de siniestros giros de muñeca, brazos peinando el cielo y espasmos bajo un foco centelleante.
Con el público en el bolsillo desde el minuto uno, Rosalía ha querido charlar en catalán con los asistentes, visiblemente emocionada: «Estoy muy feliz de estar aquí, en mi ciudad. Muchas gracias a todos por compartir esto con nosotros».
También ha tenido palabras para su maestro de cante flamenco, ‘Chiqui de la Línea’, a quien le ha querido agradecer, aprovechando que estaba presente entre el público, todo lo que le enseñó cuando ella empezó «y no sabía nada de nada». «El flamenco es una gran pasión», ha suspirado.
En el repertorio de la noche no han faltado, como de costumbre, un homenaje a Las Grecas, con una versión actualizada del setentero Te estoy amando locamente, y una incursión a capela al primer álbum de Rosalía, Los Ángeles (2017), de la mano del tema estrella Catalina.
Y en este ir y venir, y sin pedir permiso, la artista se ha arrancado a cantar su oda a la rumba catalana, Milionària, mientras dejaba sin aliento al público, que se suscribía al «Fucking money man» con el mismo ímpetu que después repudiaba el capital deplorando un «Dios nos libre del dinero».
La sufrida Badgad, Di mi nombre o De aquí no sales son algunos de los temas de El mal querer que han sonado en el ecuador del espectáculo, guardando para el final una suerte de epifanía reguetonera patrocinada por Yo x ti, tú x mí y Con altura, canciones en colaboración con Ozuna, la primera, y J Balvin, la segunda.
Armada con uñas postizas sin parangón y luciendo dientes dorados, Rosalía ha firmado este sábado un regreso impecable a la ciudad que la formó musicalmente, de la que se ha despedido (tan solo por unas horas) con un sentido «os quiero» seguido de Aute cuture y el trá-trá de Malamente, ganadora de dos Grammys Latinos el año pasado.
Después de pasar por los principales festivales internacionales, entre ellos el Primavera Sound en junio, la gira El mal querer llenará este domingo otro Sant Jordi (se añadió una segunda fecha por «demanda popular») y desembarcará, dos días después, en el Wizink Center de Madrid, también con entradas agotadas.
Tres conciertos que ponen el broche de oro a un año de ascenso al estrellato mundial que ha llevado a Rosalía a cotizar alto en todo el globo terráqueo: «Este ha sido el mejor año de mi vida y es gracias a vosotros».
Siete Grammys Latinos, tres premios MTV, videoclips elevados al olimpo de visualizaciones, siete millones de seguidores en Instagram y cerca de 16 millones de oyentes mensuales en Spotify. Acaba de despegar y ya vuela «con altura».